Irene GONZALEZ MENDIZABAL
En los últimos tiempos y desde sectores sociales diferentes (político, laboral, escolar...) se habla de trabajo cooperativo, trabajo en equipo, aprendizaje entre iguales, aprendizaje cooperativo... ¿A qué se debe? ¿Es una moda? ¿Un reto? ¿Una necesidad? En este artículo intentaremos apuntar algunas razones y explicar una experiencia de aprendizaje cooperativo en el ámbito educativo, liderado por los Berritzegunes del País Vasco.
Si se le pregunta a un alumno/a que cite tres profesiones que le gustan y que le gustaría ejercer en el futuro y seguidamente se le pregunta si cree que para desarrollarlas tendrá que trabajar en algún momento en colaboración con otras personas, es decir, si tendrá que trabajar en equipo, la respuesta inevitablemente es afirmativa.
En realidad esto ha sido siempre así pero se puede afirmar que en el nuevo universo de las tecnologías de la información y la comunicación, globalizado, cada vez más interdisciplinar y polifacético, basado en el uso de las redes sociales y el poder de la participación y la interacción, esta necesidad de saber cooperar es y será cada vez mayor. En el articulo “¿Qué buscan las empresas en los jóvenes?” de la Revista Equipos & talento.com, por ejemplo, entre otros muchos requerimientos se remarca la necesidad de “(...) saber trabajar en equipo, saber escuchar y tener una buena comunicación”.
Sin embargo, aunque en ciertos sectores se aluda al campo laboral para justificar la necesidad de desarrollar estas competencias en la escuela, para el profesorado, desde el punto de vista educativo, no es esta ni la primera ni la principal razón de hacerlo. Como dice Tonucci en los primeros minutos de su entrevista sobre la ley Wert, que se puede ver en Youtube, acerca del papel social de la escuela: “La educación debe ser cooperativa, debe enseñar a los niños a vivir juntos, ayudarse (...) y el motor de todo esto no puede ser el mercado, debe ser la felicidad” (el subrayado es nuestro).
En efecto, independientemente de que en un futuro laboral saber trabajar en equipo ayude a desarrollarse mejor profesionalmente, la capacidad para cooperar lleva intrínsecos una serie de valores imprescindibles para la vida y para un desarrollo integral de la persona que responden de lleno al desarrollo de las Competencias Básicas —que planteaba el currículo de la LOE y mantiene el nuevo de la LOMCE en consonancia con las propuestas de la Comunidad Europea—, como la competencia de aprender a aprender, la competencia social y ciudadana, la competencia de autonomía e iniciativa personal o la competencia en comunicación lingüística, entre otras. El desarrollo de estas competencias para la vida es el que posibilitará a nuestro alumnado un desarrollo personal equilibrado y satisfactorio.
Por otra parte, y relacionado con lo anterior, una escuela que se autodenomina Inclusiva, es decir, que pretende incluir a todo el alumnado independientemente de sus diferencias y que se propone que aprendan juntos alumnos tan diferentes (por su capacidad, procedencia social, cultura, sexo...), sólo puede hacerlo, como apunta Pere Pujolas, dentro de una estructura cooperativa que permita al profesorado una mejor atención a esas diferencias y desarrolle en el alumnado valores como el respeto por la diversidad, la aceptación de todos/as, la solidaridad y la ayuda mutua, la responsabilidad, la capacidad crítica, etc., que nos dirijan hacia una sociedad también más justa: “Efectivamente, educación inclusiva y, más concretamente, escuelas y aulas inclusivas, por una parte, y aprendizaje cooperativo, por otra, son dos conceptos distintos, pero estrechamente relacionados” (Pujolas, “El aprendizje cooperativo”, Grao, 2008).
“La educación debe ser cooperativa, debe enseñar a los niños a vivir juntos, ayudarse (...) y el motor de todo esto no puede ser el mercado, debe ser la felicidad”.
Por último, y en contra de algunas opiniones (de algunas familias, de algunos alumnos/as académicamente brillantes...) acerca de que el trabajo en equipo va en detrimento del desarrollo académico individual, David Durán (doctor en Psicología y profesor agregado del Departamento de Psicología Básica, Evolutiva y de la Educación de la Universitat Autònoma de Barcelona), como experto en el tema del aprendizaje entre iguales y en relación a su último libro “Aprenseñar. Evidencias e implicaciones educativas de aprender enseñando” apunta: “Las investigaciones disponibles muestran que, en determinadas condiciones, la actividad de enseñar —exclusivamente humana— comporta oportunidades de aprendizaje para quien la desarrolla. Si es así, ¿por qué no promovemos que nuestros alumnos aprendan enseñando a sus compañeros?” (David Durán, Narcea Ed. 2014). Quienes somos docentes somos muy conscientes de ello, así, cuántas más veces y de más maneras diferentes sea capaz un alumno/a de explicar un concepto o un procedimiento a un compañero en ese proceso de ayuda mutua, más elaborado y profundo será su proceso cognitivo y mejorará su aprendizaje.
Sin embargo nadie nos ha preparado para ello. La estructura escolar de aprendizaje ha sido tradicionalmente competitiva o individualista, y tanto profesorado como alumnado debemos aprender a trabajar y a aprender de forma cooperativa. Por ello, desde los Berritzegunes del País Vasco (Centros de Innovación Educativa y de apoyo al profesorado) venimos impulsando en los últimos años una experiencia de aprendizaje cooperativo en la que actualmente están implicados casi doscientos centros escolares de Infantil, Primaria y Secundaria.
La interacción entre iguales se puede articular de diferentes maneras en el aula, e incluso, dentro del aprendizaje cooperativo hay diferentes tendencias o escuelas. En nuestro caso, en todos los Berritzegunes de Gipuzkoa, de Araba y en unos cuantos de Bizkaia, a través de Seminarios zonales y con la tutorización del equipo de José Ramón Lago y Pere Pujolas de la Universidad de Vic (Barcelona), se está impulsando en los centros el Programa “Aprender a cooperar/Cooperar para Aprender”.
Tomado de la presentación de J.R. Lago Cooperar para aprender. Aprender a cooperar).
Dentro de este Programa el aprendizaje cooperativo se define como “(...)el uso didáctico de grupos reducidos de alumnos y alumnas (generalmente de cuatro o cinco) que trabajan en clase en equipos, con el fin de aprovechar la interacción entre ellos mismos y aprender los contenidos curriculares cada uno hasta el máximo de sus capacidades, y aprender, a la vez, a trabajar en equipo. (...) Una característica esencial de estos equipos —denominados equipos de base— es su heterogeneidad en todos los sentidos: género, motivación, rendimiento, cultura, etc.” (Pujolas, “El aprendizaje cooperativo”, GRAO 2008)
Según este planteamiento, y para la implementación de esta metodología en el aula, se propone la intervención en tres grandes ámbitos:
. Ámbito A: cohesión de grupo. Para que los estudiantes formen equipos y cooperen lo primero que hay que conseguir es que el grupo clase esté cohesionado. Para ello, se utilizan diferentes dinámicas de cohesión que refuerzan el conocimiento mutuo, la aceptación de la diferencia, el respeto, la empatía, la capacidad de consenso, los beneficios del trabajo en equipo, etc. Mejorar el clima del aula y desarrollar previamente valores y actitudes imprescindibles para un trabajo cooperativo es la antesala de la puesta en práctica del aprendizaje cooperativo. Estas dinámicas, junto con el conocimiento del grupo por parte del profesorado, ayudan a establecer los equipos de trabajo en el aula, heterogéneos, de cuatro personas, pensados para poder desarrollar con éxito la ayuda entre iguales.
. Ámbito B: trabajo en equipo como recurso para enseñar. En este ámbito se aplican diferentes estructuras simples y complejas que organizan la actividad de clase de forma cooperativa para aprender cualquier contenido del área. Estas estructuras, que regulan la interacción dentro del equipo, es decir la forma de participación, deben cumplir dos condiciones imprescindibles para asegurar la cooperación dentro del equipo: la participación equitativa y la interacción simultánea (Kagan, Cooperative Learning. 1999). Se trata de que ayudados por estas sencillas pautas, cada uno de los miembros del equipo, en algún momento, tenga que tomar la iniciativa en la resolución de una parte de la tarea pero a la vez, lo haga con la ayuda de los demás. No es un reparto de tareas desarrolladas individualmente que luego completan un puzzle. El puzzle se completa entre todos, aportando individualmente y ayudando, simultáneamente, a los demás. Como se ve en este gráfico existen muchas estructuras cooperativas.
Universidad de Vic. Laboratorio de Psicopedagogía (2008).
. Ámbito C: trabajo en equipo como contenido a enseñar. Como ya se ha apuntado anteriormente, el alumnado no sabe trabajar en equipo, así que parte importante de este proceso es enseñarles a autorregularse dentro del equipo para mejorar su funcionamiento y cooperar cada vez de manera más efectiva. Este trabajo, basado en la autoevaluación y la metacognición sobre el aprendizaje, se desarrolla a través de los los Cuadernos de Equipo y los Planes de Equipo; en ellos los miembros de cada grupo establecen los cargos dentro del equipo (cómo nos vamos a organizar), sus objetivos de equipo (en qué debemos mejorar como grupo), y sus compromisos personales (en qué debo mejorar yo para que mi equipo funcione mejor y consiga sus objetivos). Durante el desarrollo del Plan de Equipo se establecen momentos para su seguimiento y al finalizar una evaluación del plan. A lo largo del curso se pueden elaborar varios planes de equipo, dependiendo de la cantidad de actividades de aprendizaje cooperativo que se realicen.
Ninguna experiencia de innovación es fácil y el camino para incorporar y generalizar una metodología como el aprendizaje cooperativo es largo y con dificultades, pero nuestra experiencia desde los Berritzegunes está siendo muy positiva. El profesorado valora muy positivamente los resultados en el aula, así como la dinámica de funcionamiento en el centro que favorece la colaboración entre el profesorado. A su juicio, y al nuestro también, este aprendizaje es un aprendizaje para la vida en el que se desarrollan realmente las competencias básicas y se ponen las bases para una escuela verdaderamente inclusiva. Es, en definitiva, un buen camino para educar ciudadanos participativos, autónomos, solidarios, críticos, más felices, mejores profesionales y dispuestos a luchar por una sociedad más justa.
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